Hace 8.500 años, en pleno Neolítico, cuando todavía no existían las ciudades, ni la política. Cuando nadie se había planteado imponer unas normas artificiales basadas en reglas también artificiales. Cuando existía una ley natural basada en el sentido de la vida, de la naturaleza y de la justicia universal. Cuando siquiera nadie se preguntaba nada acerca del futuro inmediato. Cuando cada día era un presente continuo y no existía el mañana. En ese momento en el que el hombre se ocupaba de la seguridad ante posibles eventos, de cazar la comida para él y su familia, y se preocupaba por el éxito de sus incipientes cultivos de grano y frutos vegetales. En aquel momento en el que la mujer criaba y elaboraba el alimento, daba cobijo a sus hijos, amaba a su hombre, y atesoraba el saber ancestral de la supervivencia y la sanación. En aquel momento donde la vida era efímera, llena de peligros y corta; también había momentos para la reunión, la escucha y el apoyo mutuo, tanto en la pareja, como entre hombres y entre mujeres.
Hoy, s XXI, donde ya todo eso se ha perdido en pro de una sociedad plagada de leyes, normas, prejuicios y postureo. Donde hay que fingir para medrar, donde la explotación del prójimo es la norma, y donde la mentira tiene más valor que la palabra honesta. Donde no miramos al cielo, ni buscamos el aroma del peligro en el aire. Donde deseamos poder llegar a casa al anochecer, exhaustos de un día de duro trabajo sin demasiado sentido…
En este contexto he creído necesario y posible proponerte la vuelta, aunque sea parcial, a ese espacio masculino, íntimo y privado, momentáneo. A un espacio similar al que disfrutaban de tanto en tanto aquellos cazadores recolectores, al margen de sus mujeres e hijos, donde se contaban sus miedos y penas, donde mostraban sus dudas y su debilidad; pero también donde recibían el impulso y el apoyo de sus hermanos de vida, donde se repartía consuelo y consejo, donde se compartían técnicas exitosas…
Gracias a esos círculos evolucionó mejor la humanidad.
A ese espacio ancestral masculino, natural y sincero, se le llama CÍRCULO DE HOMBRES. Sin más connotaciones desviadas, sin machismos ni feminismos modernos; sin ideas perversas, interesadas y torticeras, ni doctrinas políticas.
Es lo que te propongo aquí.